Caza Mayor

Antiguamente, amigo montero, era una delicia juntarse veinte escopetas, dos recovas y a disfrutar, pero eso era antes y ahora son otros tiempos. Aunque las cosas hayan cambiado, los buenos monteros tienen la obligación, ante la masificación, de defender nuestras mejores tradiciones.

Como en muchas otras cosas, en España somos diferentes, y en lo que a gestión cinegética se refiere, aún más. Hace poco tiempo tuve ocasión de leer un trabajo elaborado por dos científicos sobre la abundancia de corzos y las tendencias de caza en Europa desde 1984 hasta 2005. En el mismo se calculaba que la población total de corzos en Europa era superior a los diez millones de individuos en las regiones analizadas (como no podía ser de otro modo, no disponían de datos de España porque eso es casi una quimera en este galimatías autonómico).

Sucede a menudo que cuando se charla sobre caza del jabalí y perros de rastro con cazadores tanto de menor como de mayor ajenos al mundo sabuesero, o que atesoran únicamente experiencias ‘colaterales’ sobre el mismo, porque los han visto trabajar unas cuantas veces o han tenido alguno que otro, sorprenden mucho determinadas opiniones y creencias sobre la caza del perro de rastro en general y del jabalí en particular. Para muchos de nosotros, gente criada dentro del mundo del can de rastro, bastantes de estas opiniones y creencias nos resultan incluso extrañas, estrambóticas. Pero lo más sorprendente es que, en ocasiones, uno se encuentra con gente que caza con perros de rastro y desgraciadamente lo hace asumiendo como base de trabajo numerosos de esos mitos equivocados.