Cómo ampliar el rango tonal
Hemos comentado en alguna ocasión la gran diferencia que existe entre el ojo humano, esa maravilla de la naturaleza, y el sensor de nuestra cámara digital a la hora de captar detalles. El sensor parece quedarse siempre corto, sobre todo, si se trata de escenas en las que existen demasiados contrastes entre las zonas de altas luces y las sombras, de forma que resultan abundantes las fotografías en que obtenemos pastiches negros o blancos, carentes de detalles en áreas específicas después de haber ajustado el fotómetro para valores medios. Una de las ventajas evidentes del ojo en esta guerra es que, al ser su ángulo de visión efectiva bastante pequeño, percibimos la realidad con “tomas” continuas, ajustándose el diámetro del iris para la luminosidad de cada zona analizada, y encargándose el cerebro de la recomposición final de la escena global. Ello no quiere decir que tengamos que dar por perdida necesariamente la batalla del rango dinámico (que mide el conjunto de tonos entre las áreas más claras y más oscuras) en nuestra imagen digital.